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La alianza del Mal contra la Iglesia para destruir la familia y la libertad

Iglesia
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La alianza entre los grandes multimillonarios y la izquierda para destruir la familia y la libertad de los pueblos es uno de los signos característicos de nuestro tiempo. En la imagen, el especulador Georges Soros.

En la narración de la Pasión del Evangelio de Lucas se nos cuenta que Pilato, al enterarse que Jesús era galileo, se lo reenvió a Herodes y en Lc 23,12 leemos: “Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí, porque antes estaban enemistados entre sí”.

 

Es la alianza de los malos para combatir el Bien, alianza que no puede por menos de recordarme la alianza entre el liberalismo capitalista de los multimillonarios SorosFord Rockefeller, más la New Age y otros, con el marxismo cultural. Es difícil encontrar dos grupos aparentemente más distintos, pero como a Pilato y Herodes, a ambos grupos les mueve el afán de dominar nuestra sociedad y destruir la Iglesia católica y sus criterios y valores morales, por lo que son capaces de aliarse, como lo fueron Hitler y Stalin e iniciar así la Segunda Guerra Mundial.

 

En efecto, ambos grupos defienden lo mismo: terminar con las personas capaces de pensar por su cuenta y tener criterios propios, es decir, lo que nos capacita para ser personas libres que saben poner el Amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos como el objetivo y centro de sus vidas. Pero para desviarnos hay que ofrecer el engaño de la libertad absoluta, sin criterios ni normas morales, lo que en poco tiempo lleva a la esclavitud de las pasiones y a la pérdida total de la libertad, dejando al individuo sin lazos afectivos ni referencias, aunque para ello haya que negar a Dios, la Ley, el Derecho Natural, la propia naturaleza humana y la existencia de una Verdad objetiva; dando un sí a los crímenes del aborto y de la eutanasia, así como a la aberración no sólo natural sino también científica de la ideología de género; y rechazando igualmente una serie de derechos humanos fundamentales como el matrimonio, la familia, la libertad de conciencia, de pensamiento, de expresión, de religión y de cátedra o el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y no según las del Estado.

 

En pocas palabras, estamos ante un riesgo muy cierto de caer en una dictadura totalitaria y en la cual la democracia sea tan solo un bello recuerdo.

 

Recordemos que Jesucristo dice de Sí mismo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6), y son precisamente la Verdad y la Vida los valores que van a ser principalmente atacados para la criminalización legal de todo aquello que impide a estos grupos realizar cómodamente sus funestas intenciones.

 

Sobre la Verdad dice San Juan Pablo II en su encíclica Veritatis Splendor: “Después de la caída, en muchos países, de las ideologías que condicionaban la política a una concepción totalitaria del mundo —la primera entre ellas el marxismo—, existe hoy un riesgo no menos grave debido a la negación de los derechos fundamentales de la persona humana y a la absorción en la política de la misma inquietud religiosa que habita en el corazón de todo ser humano: es el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral, despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad. En efecto, «si no existe una verdad última —que guíe y oriente la acción política—, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia»” (nº 101).

 

Los españoles sabemos muy bien lo que es tener un Gobierno a quien no le importa nada mentir y engañarnos, como sucede con gran frecuencia, porque en su concepción relativista no sabe distinguir entre la Verdad y la Mentira. Pero peor aún es lo que sucede con la Vida, atacada desde la cultura de la muerte con el aborto y la eutanasia o combatiendo la fecundidad.

 

San Juan Pablo II nos recuerda en su Encíclica Evangelium Vitae la existencia de una cultura de la muerte: “Estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera «cultura de muerte »” (nº 12).

 

Leemos en Gaudium et Spes que “el aborto y el infanticidio son crímenes abominables” (nº 51).

Y, sobre la eutanasia, dice la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Samaritanus Bonus que "es un crimen contra la vida humana… un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia", siendo “toda cooperación formal o material inmediata a tal acto pecado grave... La eutanasia es un acto homicida que ningún fin puede legitimar y que no tolera ninguna forma de complicidad o colaboración, activa o pasiva. Aquellos que aprueban leyes sobre la eutanasia y el suicidio asistido se hacen, por lo tanto, cómplices del grave pecado que otros llevarán a cabo. Ellos son también culpables de escándalo porque tales leyes contribuyen a deformar la conciencia, también la de los fieles” (V,1).

 

Y por último, la ideología de género favorece la infertilidad y la no reproducción humana con la unión de parejas del mismo sexo o la promiscuidad que dificulta la recepción del niño, pero si estuviera éste en camino, hay vía libre para el aborto. Con todo esto lo que se consigue es un alejamiento de Dios y, por tanto, un alejamiento del Amor y de quien puede darnos la Felicidad.

 

Autor : Pedro Trevijano

Fuente : https://www.religionenlibertad.com/

 

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