Mensaje del Superior General para la Fiesta de San Marcelino Champagnat

San Marcelino
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Queridos Maristas de Champagnat : Este 6 de junio, agradecemos el don de la persona y vocación de San Marcelino Champagnat.  Ese día, mientras la comunidad de hermanos en N.D. de L’Hermitage oraba a María

cantando la Salve Regina, Marcelino fue llamado a la Casa del Padre.

Es una alegría para todos nosotros celebrar a nuestro Fundador, con profundo agradecimiento por el don del carisma que se nos ha dado a través de él. 

Siendo joven, a través de la mediación de un sacerdote, Marcelino dio un sí a la llamada que sintió de Dios para ser sacerdote. Realizó su formación, no sin dificultades, siguiendo muy atento a las intuiciones que percibía del Espíritu.  Fue así como, antes incluso de su ordenación sacerdotal, sintió la inspiración de fundar un instituto de hermanos al servicio de los niños y jóvenes, particularmente de los más necesitados. Y fue así que, a la edad de 27 años, como joven sacerdote, inicia este hermoso proyecto, poniéndonos el nombre de María. 

El pasado 20 de mayo, fiesta del nacimiento de Champagnat, hemos lanzado en todo el Instituto, el Año de las Vocaciones Maristas.  Período que deseamos concluir un día como hoy, dentro de un año.

 

 

He realizado la invitación para que, a lo largo de este año, celebremos y agradezcamos el don que hemos recibido, como Maristas de Champagnat, los hermanos, los laicos y laicas Maristas… todos los que vibramos con el carisma marista, al punto de vivirlo en profundidad haciendo de este don nuestro estilo de vida.

También he invitado para que, además de celebrar y agradecer, retomemos con fuerza y entusiasmo el tema de las vocaciones maristas, desde la perspectiva de una renovada cultura vocacional.  

Por una parte, podemos aprovechar esta oportunidad para revisar nuestro estilo de vida personal, comunitario, en familia… así como la manera en que llevamos a cabo la misión. Podemos ser capaces de contagiar el don que hemos recibido, a través de un testimonio de cercanía y de entrega, de alegría y de autenticidad. 

A la vez, vamos a poder favorecer un ambiente de escucha y búsqueda entre los jóvenes. Vamos a ofrecer espacios donde cada joven va a descubrir el don que se le ha dado y cómo puede desarrollarlo. Deseamos poner el acento en el cuidado y generación de vida marista, acompañando en particular a quienes se sienten llamados a vivir el don de la vocación marista, sea como religiosos hermanos, sea como laicos o laicas maristas. Creo que el Señor sigue suscitando en los jóvenes este don, de ahí que deseamos favorecer espacios de búsqueda, de acompañamiento y de formación.

He recordado que lo más importante no será cuántos hermanos y laicos maristas hay o habrá en el Instituto, sino la calidad de nuestra vida que testimonia con pasión la presencia de un Dios vivo y cercano, así como nuestra entrega solidaria a los más necesitados.

En recientes visitas a algunas casas de hermanos mayores, les he comentado que, cuando los encuentro, no me fijo en la edad, en los posibles achaques o si alguno utiliza la silla de ruedas… sino en su mirada que transparenta la presencia de Dios y de María en sus vidas, así como recordar los años de su dedicación a los jóvenes, acompañándolos en clase, en el deporte, corrigiendo tareas, estando presentes entre ellos. Invito a todos los hermanos mayores, a apoyar el año de las Vocaciones Maristas con su oración y con su testimonio de que vale la pena hoy entregarse incondicionalmente a la llamada de Dios.

A los demás hermanos y a todos los laicos maristas, os invito a preguntaros sobre cómo deseamos ser fieles hoy al don del carisma marista que hemos recibido. A hacer más visible este don, por la manera como vivimos la fraternidad y como realizamos la misión. Quizás tenemos que adentrarnos en la experiencia de interioridad y de espiritualidad. Tal vez nos toca revisar como nos relacionamos, acudiendo a la misericordia, al perdón y a la reconciliación. Y mirar cómo están nuestras actitudes y acciones solidarias, sobre todo en un momento en el que han surgido nuevas pobrezas y necesidades, multiplicando la existencia de niños y jóvenes marginados.

Junto con el testimonio y la visibilidad, hemos de ser capaces de generar espacios que favorezcan en cada joven el encuentro consigo mismo y con un Dios misericordioso que los llama a ser felices a través del servicio a los demás.  Deseamos acompañar y cuidar la vida marista naciente, en aquellos jóvenes que conectan con el don del carisma. Queremos abrir nuestras puertas para compartir con ellos nuestra fraternidad, oración y misión.  

Marcelino supo escuchar en su interior las intuiciones del Espíritu, en un contexto difícil y fue capaz de responder con generosidad y pasión.  María, la Buena Madre, lo inspiró continuamente. Nosotros contamos hoy con esta misma inspiración y estamos invitados a responder al contexto de nuestros días. 

¡Que seamos capaces de reavivar y de contagiar el don del carisma que hemos recibido!

¡Feliz fiesta de San Marcelino!

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Hno. Ernesto Sánchez Barba, Superior general   
6 de junio de 2022